El autor José Luis García ha dedicado dieciséis años a confeccionar más de treinta tipos de moscas de pesca artificiales, siguiendo las instrucciones de un manuscrito aparecido en Astorga (León) en 1624 y considerado el primer tratado de montaje de este tipo de anzuelos del mundo.
García ha incluido las conclusiones de su investigación en el libro "Pluma, seda y acero. Las moscas del Manuscrito de Astorga" (Evarest), que se presenta hoy en la capital maragata, así como las fotografías de sus réplicas terminadas y una reproducción facsímil del documento original, cuyo origen se atribuye al astorgano Juan de Bergara, ha detallado a Efe el autor.
El documento original, ha descrito, era "un librito de apenas veinte páginas" con apariencia de octavilla, que vio la luz por primera vez en 1930, cuando apareció en la biblioteca personal del historiador Julio del Campo, quien se dio cuenta de la importancia que podía tener el documento y se lo hizo llegar a los pescadores.
Tras una serie de apariciones y desapariciones del manuscrito original, ha detallado García, la Diputación de León lo compró en el año 1964 y se lo regaló al por entonces jefe del Estado español, Francisco Franco, con motivo de una visita a la ciudad.
Fue ese el momento en el que se perdió la pista al documento original, que aún se encuentra desaparecido, ha matizado el autor.
Antes de entregárselo a Franco, un pescador leonés que estaba encargado de su encuadernación, Jesús Pariente, "tuvo la precaución de tomar una serie de fotografías del documento", que son las que han hecho posible la labor de García, según ha explicado.
"Mi trabajo ha consistido en reconstruir aquellas moscas de pesca, además de estudiar todo el documento y, de alguna forma, traducirlo, ya que está escrito en lenguaje gremial, que se está perdiendo", ha detallado.
El autor ha manifestado que las moscas que describe el manuscrito eran "tan sumamente complicadas" que se llegó a pensar que era imposible rehacerlas, especialmente por el temor a que algunos de los muchos materiales utilizados hubiesen desaparecido con el paso del tiempo, de ahí que García sea la primera persona en conseguir fabricar las 36 que recoge el documento.
"Alguna mosca -ha incidido- se compone de cinco sedas diferentes de gran colorido para el cuerpo y de cinco plumas distintas para imitar el ala del insecto".
El rescate y acopio de tejidos fue una de las partes más complicadas de esta investigación, puesto que "el material por excelencia son plumas de gallos de León y de otras aves que ahora están en peligro de extinción", ha concretado.
Aunque se ha perdido esa particularidad de que cada mosca fabricada antiguamente era "una obra de arte que rozaba la perfección", la base de su elaboración, que se sigue realizando de forma artesanal, es la misma en la actualidad: pluma, seda y acero para mantener viva una tradición que no ha perdido su fuerza con el paso de los siglos.